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La cultura del engaño se siente bien.

  • Foto del escritor: Kavi
    Kavi
  • 27 may
  • 3 Min. de lectura

La verdad es un tema que ha sido compartido a lo largo de la historia como una ilusión de algo que es real, que se puede verificar y que, nos guste o no, debemos aceptar. El hecho de no aceptar algo real y verificable como verdad nos ubica inmediatamente en la plataforma del capricho, y esta, a su vez, nos coloca en la dimensión de la ignorancia. Y esa es nuestra zona de confort eterna: ser ignorantes.


Hace muchos años descubrí algo maravilloso y lo tomé como parte de mi filosofía de vida: vivir en veracidad. Y esta es una de las cosas más raras en la sociedad actual: ser veraces. La veracidad ha sido puesta en duda desde tiempos inmemoriales. Estamos tan acostumbrados al engaño, al capricho y a la mentira que, cuando alguien quiere, por voluntad propia, establecer una base veraz, empieza a ser visto como el más engañador de todos. Sí, cuando alguien te dice “es verdad”, ese es el primer motivo para empezar a dudar.


Cuando conocí los Vedas entendí que una de las cualidades humanas es el engaño. Sí, todos somos engañadores. Pero ¿qué significa engañar? Engañar es, básicamente, pasar por encima de ti mismo, de tus propios principios, de tus propias bases, y sobre todo, pasar por encima de tu propio amor.


A la única persona que en realidad podemos engañar es a nosotros mismos, y en eso somos expertos. Aunque pretendamos caminar una vida veraz, tragar tantas cosas en nuestro día a día empieza a generar ruido con nuestra propia filosofía de vida. Y cuando pasamos por encima de esa filosofía, por más veraces que seamos ante la sociedad, nos convertimos en los más grandes engañadores. Esto se oculta en nuestra "falsa humildad", que no es nada más ni nada menos que la excusa perfecta para no aceptar

el autoengaño (aunque muchas veces ese autoengaña se encargaba de protegernos).



Ahora bien, ¿qué pasaría si te digo que todo lo que conocemos como sistema social está diseñado para que seamos engañadores y seamos engañados? Esto no debería ser nuevo para ti. El sistema social tradicional, donde habitan niños, niñas, mamás, papás, abuelos, abuelas, familias enteras, está meticulosamente diseñado para que vivamos en una cultura del engaño. Y esta cultura ha construido las bases sólidas de la sociedad. ¡Válgame Dios! Y, aun así, le exigimos a las personas que sean honestas.


Cuando hablo de cultura del engaño, me refiero a la necesidad que tenemos, desde que nacemos, de ser engañados. Esa vaina es casi intrínseca a nuestro pensamiento y estilo de vida; está en nuestros genes. Nuestros propios padres nos engañaban sin darse cuenta: alimentándonos con azúcar, obligándonos a cumplir deberes que ni ellos mismos entendían y, sobre todo, exigiéndonos veracidad cuando ellos eran los más grandes engañadores; no desde su consciente, desde su inconciente ya que repetian algo que no se había sanado.


Si no hacemos algo y tomamos acción, nada va a cambiar. Seguiremos siendo los mismos engañadores, ocultando con sonrisas nuestra ansiedad, nuestro deseo de control, nuestras adicciones escondidas... y los grandes perjudicados, nuevamente, serán nuestros hijos.


Ahora, no todo es drama. ¿Qué deberíamos hacer para cambiarlo? Cuestionar nuestra cultura. No es por mala onda; es dejar de engañarnos pensando que estamos bien. Es usar nuestra inteligencia divina para darnos cuenta de que necesitamos un cambio cultural inmediato. Y esto conlleva un gran desafío para nuestra psique y nuestra percepción de la vida.


¿Cómo podemos hacerlo? Teniendo un diálogo con nosotros mismos y con nuestras familias sobre lo que realmente ha venido ocurriendo a lo largo de los años, y cómo debemos tomar acción inmediata para minimizar ese engaño. Luego, inspirarnos en alguna cultura que nos permita vivir en coherencia con nuestra filosofía de vida. Y, por último, aceptarlo con amor. Porque el cambio real es el principal desafío de la sociedad moderna.


Tú decides: cultivar una vida con veracidad y autenticidad o continuar viviendo en el autoengaño para aparentar tranquilidad. Como siempre, todo es cuestión de perspectiva. Pero hablando de la verdad fundamental, la perspectiva rara vez tiene diferentes caras.


Saludos cordiales,

Kaviraj

 
 
 

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